miércoles, 5 de septiembre de 2007

Las ventajas de ir al grano

Al final he sucumbido. No cedí en mi época de estudiante. Resistí 5 años de oficina a la tertulia-café de la cocina –a lo sumo una visita rápida para despegar los ojos. Me mantuve firme durante varios cursos con parada para refrescar la mente.
No quería desayunar 2 veces ni perderme el té de mi casa, mucho mejor que el de los bares. Además me gusta saber que tengo algo legal a lo que recurrir en momentos de sueño mayor, y cuando algo es un hábito, deja de ser una solución para convertirse en una necesidad.
Aguanté aún a riesgo de mostrarme poco sociable, e incluso algo pringada, como un compañero me hizo ver.
Pero, tras un breve paso por el mundo del funcionariado este verano, me he sumergido en el aroma del café. No he podido evitarlo más.
El trabajo comienza a las 8h, por lo que hay que madrugar bastante y el nivel de sueño aumenta. Son 7 horas seguidas, con media hora establecida para el desayuno. Ese descanso tan asociado al café; si renuncias a uno puede que te quedes sin el otro.
A partir de ahora voy a cuestionar menos los desayunos de los funcionarios porque es un derecho y no un abuso, como antes me parecía, y porque yo también lo he disfrutado. Pero sobre todo, porque he aprendido a valorar el nivel socializador e integrador del café. (Que ya era hora)
Resumiendo: El café de los funcionarios es sagrado, incluso para alguien poco practicante que sólo está de paso.
El secreto de los bares
En el programa “Madrileños por el mundo” de Telemadrid, casi todos responden lo mismo a la pregunta ¿qué es lo que más echas de menos de Madrid? Las cañas con los amigos.
Por eso hay tantos bares en España, los necesitamos para relacionarnos. No sé si en otros países son menos sociables o tienen fórmulas diferentes para ello. Lo que tengo claro es que ésta es la que más practicamos los españoles.
El café del año
Entiendo que Zapatero desconozca que el precio medio del café en Madrid sea 1,10€, porque no tiene ni el tiempo ni la oportunidad, pero que no lo supiera yo es menos comprensible. Ahora bien, no pasa nada porque yo decida vivir un poco al margen de las costumbres de este país, pero si su presidente no las practica corre el riesgo de alejarse demasiado de las necesidades de las personas para las que gobierna.
Me gusta Zapatero porque consigue sobrevivir en su mundo optimista y porque sólo los utópicos se mueven intentando mejorar lo que les rodea, aunque parezca imposible.
Pero tiene un peligro, los despertares son caídas libres y en el país de la envidia nadie te pondrá una manta para evitar que te rompas.
Aunque también sé que la sensibilidad curte a las personas y su aguante puede sorprender a más de uno.